
Pensé..... si, a veces lo hago, que en este país existía al menos una cualidad valorada por la inmensa mayoría de sus habitantes: el sentido de la vergüenza.
Pensé...... pero me he equivocado.
Leyendo la columna, publicada en un blog semejante a este, de una Licenciada en Filosofía sobre la huelga de hambre de los comuneros mapuches, donde los trata de malcriado y de querer obtener, a través de distintos mecanismos de presión, una posición privilegiada en nuestra sociedad pude darme cuenta que algunos ya no la sienten.
Mi padre, obrero, que no terminó su enseñanza formal, siempre me dijo que no hay peor iletrado que ese que no quiere aprender. En este caso, de aquel o aquella que cree que ya lo sabe todo. La ignorancia ilustrada.
Muchas características llaman la atención en el ignorante ilustrado, pero sin duda, la que más me interesa explorar en esta lineas es la incapacidad de sentir vergüenza.
Falta a la vergüenza decir lo que se antoja, apoyado en un título académico, pensando que los laureles podrán esconder la falta de consistencia de los argumentos.
Falta a la vergüenza el considerar a quienes no comparten mis argumentos como inferiores, que no alcanzan el nivel de sabiduría que les pretendo entregar.
Falta a la vergüenza no considerar las situaciones humanas relacionadas con los hechos que se pretenden comentar.
Si mi forma de pensar se basa en experiencias de vida debo intentar concluir que es eminentemente subjetiva. Por esta razón dentro de mi lógica debo reconocer la posibilidad de error en mis argumentos.
Si, debo reconocer que quizás tienes razón, pero eso no impide, Sra. Licenciada en Filosofía y Profesora de Teología de una Universidad capitalina, que sienta vergüenza.
En este caso vergüenza ajena.