palabras de esculapio
disquisiciones desordenadas de muchos temas sin orden ninguno
jueves, 4 de noviembre de 2010
examen médico nacional.
Si el examen médico nacional tiene efectos vinculantes para trabajar en el sistema público y es una fuente de garantía de la calidad de los egresados de las carreras de medicina ¿por qué no se constituye en un bien social y por lo tanto cuenta con la subvención de estado?
lunes, 11 de octubre de 2010
Consejos de Esculapio a su hijo médico. Escrito en el siglo I aC
¿Quieres ser médico, hijo mío?
¿Has pensado bien en lo que ha de ser tu vida? Tendrás que renunciar a la vida privada; mientras la mayoría de los ciudadanos pueden, terminada su tarea, aislarse lejos de los inoportunos, tu puerta quedará siempre abierta a todos; a toda hora del día o de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus placeres, tu meditación; ya no tendrás hora que dedicar a la familia, a la amistad o al estudio; ya no te pertenecerás.
Los pobres, acostumbrados a padecer, no te llamarán sino en casos de urgencia; pero los ricos te tratarán como esclavo encargado de remediar sus excesos; sea porque tengan una indigestión, sea porque estén acatarrados; harán que te despierten a toda prisa tan pronto como sientan la menor inquietud, pues estiman en muchísimo su persona. Habrás de mostrar interés por los detalles más vulgares de su existencia, decidir si han de comer ternera o cordero, si han de andar de tal o cual modo cuando se pasean. No podrás ir al teatro, ausentarte de la ciudad, ni estar enfermo; tendrás que estar siempre listo para acudir tan pronto como te llame tu amo.
Eras severo en la elección de tus amigos; buscabas a la sociedad de los hombres de talento, de artistas, de almas delicadas; en adelante, no podrás desechar a los fastidiosos, a los escasos de inteligencia, a los despreciables. El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el hombre honrado; prolongarás vidas nefastas, y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir crímenes de los que serás testigo.
Tienes fe en tu trabajo para conquistarte una reputación; ten presente que te juzgarán, no por tu ciencia, sino por las casualidades del destino, por el corte de tu capa, por la apariencia de tu casa, por el número de tus criados, por la atención que dediques a las charlas y a los gustos de tu clientela. Los habrá que desconfiarán de ti si no gastas barbas, otros si vienes de Asia; otros si crees en los dioses; otros, si no crees en ellos.
Te gusta la sencillez; habrás de adoptar la actitud de un augur. Eres activo, sabes lo que vale el tiempo, no habrás de manifestar fastidio ni impaciencia; tendrás que soportar relatos que arranquen del principio de los tiempos para explicarte un cólico; ociosos te consultarán por el solo placer de charlar. Serás el vertedero de sus disgustos, de sus nimias vanidades.
Sientes pasión por la verdad; ya no podrás decirla. Tendrás que ocultar a algunos la gravedad de su mal; a otros su insignificancia, pues les molestaría. Habrás de ocultar secretos que posees, consentir en parecer burlado, ignorante, cómplice.
Aunque la medicina es una ciencia oscura, a quien los esfuerzos de sus fieles van iluminando de siglo en siglo, no te será permitido dudar nunca, so pena de perder todo crédito. Si no afirmas que conoces la naturaleza de la enfermedad, que posees un remedio infalible para curarla, el vulgo irá a charlatanes que venden la mentira que necesita.
No cuentes con agradecimiento; cuando el enfermo sana, la curación es debida a su robustez; si muere, tú eres el que lo ha matado. Mientras está en peligro te trata como un dios, te suplica, te promete, te colma de halagos; no bien está en convalecencia, ya le estorbas, y cuando se trata de pagar los cuidados que le has prodigado, se enfada y te denigra.
Cuanto más egoístas son los hombres, más solicitud exigen del médico. Cuanto más codiciosos ellos, más desinteresado ha de ser él, y los mismos que se burlan de los dioses le confieren el sacerdocio para interesarlo al culto de su sacra persona. La ciudad confía en él para que remedie los daños que ella causa. No cuentes con que ese oficio tan penoso te haga rico; te lo he dicho: es un sacerdocio, y no sería decente que produjera ganancias como las que tiene un aceitero o el que vende lana. Te compadezco si sientes afán por la belleza; verás lo más feo y repugnante que hay en la especie humana; todos tus sentidos serán maltratados. Habrás de pegar tu oído contra el sudor de pechos sucios, respirar el olor de míseras viviendas, los perfumes harto subidos de las cortesanas, palpar tumores, curar llagas verdes de pus, fijar tu mirada y tu olfato en inmundicias, meter el dedo en muchos sitios. Cuántas veces, un día hermoso, lleno de sol y perfumado, o bien al salir del teatro, de una pieza de Sófocles, te llamarán para un hombre que, molestado por los dolores de vientre, pondrá ante tus ojos un bacín nauseabundo, diciéndote satisfecho: "Gracias a que he tenido la preocupación de no tirarlo". Recuerda, entonces, que habrá de parecer que te interese mucho aquella deyección. Hasta la belleza misma de las mujeres, consuelo del hombre, se desvanecerá para ti. Las verás por las mañanas desgreñadas, desencajadas, desprovistas de sus bellos colores y olvidando sobre los muebles parte de sus atractivos. Cesarán de ser diosas para convertirse en pobres seres afligidos de miserias sin gracia. Sentirás por ellas más compasión que deseos. ¡Cuántas veces te asustarás al ver un cocodrilo adormecido en el fondo de la fuente de los placeres!
Tu vida transcurrirá como la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y de las almas, entre los duelos y la hipocresía que calcula a la cabecera de los agonizantes; la raza humana es un Prometeo desgarrado por los buitres.
Te verás solo en tus tristezas, solo en tus estudios, solo en medio del egoísmo humano. Ni siquiera encontrarás apoyo entre los médicos, que se hacen sorda guerra por interés o por orgullo. Únicamente la conciencia de aliviar males podrá sostenerte en tus fatigas. Piensa mientras estás a tiempo; pero si indiferente a la fortuna, a los placeres de la juventud; si sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes un alma bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido sin ilusiones; si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una cara que te sonríe porque ya no padece, o con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre, penetrar todo lo trágico de su destino, ¡hazte médico, hijo mío!
¿Has pensado bien en lo que ha de ser tu vida? Tendrás que renunciar a la vida privada; mientras la mayoría de los ciudadanos pueden, terminada su tarea, aislarse lejos de los inoportunos, tu puerta quedará siempre abierta a todos; a toda hora del día o de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus placeres, tu meditación; ya no tendrás hora que dedicar a la familia, a la amistad o al estudio; ya no te pertenecerás.
Los pobres, acostumbrados a padecer, no te llamarán sino en casos de urgencia; pero los ricos te tratarán como esclavo encargado de remediar sus excesos; sea porque tengan una indigestión, sea porque estén acatarrados; harán que te despierten a toda prisa tan pronto como sientan la menor inquietud, pues estiman en muchísimo su persona. Habrás de mostrar interés por los detalles más vulgares de su existencia, decidir si han de comer ternera o cordero, si han de andar de tal o cual modo cuando se pasean. No podrás ir al teatro, ausentarte de la ciudad, ni estar enfermo; tendrás que estar siempre listo para acudir tan pronto como te llame tu amo.
Eras severo en la elección de tus amigos; buscabas a la sociedad de los hombres de talento, de artistas, de almas delicadas; en adelante, no podrás desechar a los fastidiosos, a los escasos de inteligencia, a los despreciables. El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el hombre honrado; prolongarás vidas nefastas, y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir crímenes de los que serás testigo.
Tienes fe en tu trabajo para conquistarte una reputación; ten presente que te juzgarán, no por tu ciencia, sino por las casualidades del destino, por el corte de tu capa, por la apariencia de tu casa, por el número de tus criados, por la atención que dediques a las charlas y a los gustos de tu clientela. Los habrá que desconfiarán de ti si no gastas barbas, otros si vienes de Asia; otros si crees en los dioses; otros, si no crees en ellos.
Te gusta la sencillez; habrás de adoptar la actitud de un augur. Eres activo, sabes lo que vale el tiempo, no habrás de manifestar fastidio ni impaciencia; tendrás que soportar relatos que arranquen del principio de los tiempos para explicarte un cólico; ociosos te consultarán por el solo placer de charlar. Serás el vertedero de sus disgustos, de sus nimias vanidades.
Sientes pasión por la verdad; ya no podrás decirla. Tendrás que ocultar a algunos la gravedad de su mal; a otros su insignificancia, pues les molestaría. Habrás de ocultar secretos que posees, consentir en parecer burlado, ignorante, cómplice.
Aunque la medicina es una ciencia oscura, a quien los esfuerzos de sus fieles van iluminando de siglo en siglo, no te será permitido dudar nunca, so pena de perder todo crédito. Si no afirmas que conoces la naturaleza de la enfermedad, que posees un remedio infalible para curarla, el vulgo irá a charlatanes que venden la mentira que necesita.
No cuentes con agradecimiento; cuando el enfermo sana, la curación es debida a su robustez; si muere, tú eres el que lo ha matado. Mientras está en peligro te trata como un dios, te suplica, te promete, te colma de halagos; no bien está en convalecencia, ya le estorbas, y cuando se trata de pagar los cuidados que le has prodigado, se enfada y te denigra.
Cuanto más egoístas son los hombres, más solicitud exigen del médico. Cuanto más codiciosos ellos, más desinteresado ha de ser él, y los mismos que se burlan de los dioses le confieren el sacerdocio para interesarlo al culto de su sacra persona. La ciudad confía en él para que remedie los daños que ella causa. No cuentes con que ese oficio tan penoso te haga rico; te lo he dicho: es un sacerdocio, y no sería decente que produjera ganancias como las que tiene un aceitero o el que vende lana. Te compadezco si sientes afán por la belleza; verás lo más feo y repugnante que hay en la especie humana; todos tus sentidos serán maltratados. Habrás de pegar tu oído contra el sudor de pechos sucios, respirar el olor de míseras viviendas, los perfumes harto subidos de las cortesanas, palpar tumores, curar llagas verdes de pus, fijar tu mirada y tu olfato en inmundicias, meter el dedo en muchos sitios. Cuántas veces, un día hermoso, lleno de sol y perfumado, o bien al salir del teatro, de una pieza de Sófocles, te llamarán para un hombre que, molestado por los dolores de vientre, pondrá ante tus ojos un bacín nauseabundo, diciéndote satisfecho: "Gracias a que he tenido la preocupación de no tirarlo". Recuerda, entonces, que habrá de parecer que te interese mucho aquella deyección. Hasta la belleza misma de las mujeres, consuelo del hombre, se desvanecerá para ti. Las verás por las mañanas desgreñadas, desencajadas, desprovistas de sus bellos colores y olvidando sobre los muebles parte de sus atractivos. Cesarán de ser diosas para convertirse en pobres seres afligidos de miserias sin gracia. Sentirás por ellas más compasión que deseos. ¡Cuántas veces te asustarás al ver un cocodrilo adormecido en el fondo de la fuente de los placeres!
Tu vida transcurrirá como la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y de las almas, entre los duelos y la hipocresía que calcula a la cabecera de los agonizantes; la raza humana es un Prometeo desgarrado por los buitres.
Te verás solo en tus tristezas, solo en tus estudios, solo en medio del egoísmo humano. Ni siquiera encontrarás apoyo entre los médicos, que se hacen sorda guerra por interés o por orgullo. Únicamente la conciencia de aliviar males podrá sostenerte en tus fatigas. Piensa mientras estás a tiempo; pero si indiferente a la fortuna, a los placeres de la juventud; si sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes un alma bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido sin ilusiones; si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una cara que te sonríe porque ya no padece, o con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre, penetrar todo lo trágico de su destino, ¡hazte médico, hijo mío!
Politicamente incorrecto
Me parece que hoy voy a serlo.... un ser políticamente incorrecto.
En el mes de junio muchos chilenos viajaron, algunos con mayor esfuerzo que otros, a Sudáfrica. Su objetivo era ver jugar una selección chilena después de 12 años un mundial de fútbol.
Entre ese grupo de personas se incluía un Ministro de Estado que apenas llevaba cerca de 100 días de gestión. Su cartera a cargo: Minería, su nombre: Laurence Golborne.
Han pasado algo más de tres meses desde ese episodio y nuestro Ministro, que una vez abandono sus obligaciones para ver un par de partidos de fútbol, hoy es un héroe nacional, con un nivel de aprobación ciudadana que ya se quisiera cualquier líder de opinión.
¿Que pasó en el intertanto?
Ocurrió una fatalidad para 33 mineros pero una gran oportunidad para el ministro y el gobierno para el que trabaja. Luego de más de dos semanas en que nada se sabía de ellos y de más de un mes de planes de rescate el gran beneficiado de esta desgracia es el Sr. Golborne.
¿Que hicimos para merecer esto?
Solamente una cosa....... tener mala memoria.
Nuestro Alzheimer social nos ha llevado a pecar de inocentes en múltiples oportunidades, por ejemplo olvidando chascarros de parlamentarios a los que terminamos eligiendo con mayorías escandalosas.
Es cierto que esto corre para todo el espectro de nuestra fauna política, pero durante un año de campaña nos vomitaron el gobierno de excelencia, ese que hoy, apelando al lenguaje de la pasión de Golborne, parece jugar al empate.
Sr. Ministro, disfrute de nuestra mala memoria.
Hoy que Ud. es el héroe, yo, desde esta humilde tribuna soy políticamente incorrecto y le digo que no celebraré su triunfo. Si me alegraré de esas 33 personas que volverán, de las entrañas de la tierra a vivir entre nosotros............. Para bien o para mal.
En el mes de junio muchos chilenos viajaron, algunos con mayor esfuerzo que otros, a Sudáfrica. Su objetivo era ver jugar una selección chilena después de 12 años un mundial de fútbol.
Entre ese grupo de personas se incluía un Ministro de Estado que apenas llevaba cerca de 100 días de gestión. Su cartera a cargo: Minería, su nombre: Laurence Golborne.
Han pasado algo más de tres meses desde ese episodio y nuestro Ministro, que una vez abandono sus obligaciones para ver un par de partidos de fútbol, hoy es un héroe nacional, con un nivel de aprobación ciudadana que ya se quisiera cualquier líder de opinión.
¿Que pasó en el intertanto?
Ocurrió una fatalidad para 33 mineros pero una gran oportunidad para el ministro y el gobierno para el que trabaja. Luego de más de dos semanas en que nada se sabía de ellos y de más de un mes de planes de rescate el gran beneficiado de esta desgracia es el Sr. Golborne.
¿Que hicimos para merecer esto?
Solamente una cosa....... tener mala memoria.
Nuestro Alzheimer social nos ha llevado a pecar de inocentes en múltiples oportunidades, por ejemplo olvidando chascarros de parlamentarios a los que terminamos eligiendo con mayorías escandalosas.
Es cierto que esto corre para todo el espectro de nuestra fauna política, pero durante un año de campaña nos vomitaron el gobierno de excelencia, ese que hoy, apelando al lenguaje de la pasión de Golborne, parece jugar al empate.
Sr. Ministro, disfrute de nuestra mala memoria.
Hoy que Ud. es el héroe, yo, desde esta humilde tribuna soy políticamente incorrecto y le digo que no celebraré su triunfo. Si me alegraré de esas 33 personas que volverán, de las entrañas de la tierra a vivir entre nosotros............. Para bien o para mal.
martes, 14 de septiembre de 2010
La ignorancia ilustrada

Pensé..... si, a veces lo hago, que en este país existía al menos una cualidad valorada por la inmensa mayoría de sus habitantes: el sentido de la vergüenza.
Pensé...... pero me he equivocado.
Leyendo la columna, publicada en un blog semejante a este, de una Licenciada en Filosofía sobre la huelga de hambre de los comuneros mapuches, donde los trata de malcriado y de querer obtener, a través de distintos mecanismos de presión, una posición privilegiada en nuestra sociedad pude darme cuenta que algunos ya no la sienten.
Mi padre, obrero, que no terminó su enseñanza formal, siempre me dijo que no hay peor iletrado que ese que no quiere aprender. En este caso, de aquel o aquella que cree que ya lo sabe todo. La ignorancia ilustrada.
Muchas características llaman la atención en el ignorante ilustrado, pero sin duda, la que más me interesa explorar en esta lineas es la incapacidad de sentir vergüenza.
Falta a la vergüenza decir lo que se antoja, apoyado en un título académico, pensando que los laureles podrán esconder la falta de consistencia de los argumentos.
Falta a la vergüenza el considerar a quienes no comparten mis argumentos como inferiores, que no alcanzan el nivel de sabiduría que les pretendo entregar.
Falta a la vergüenza no considerar las situaciones humanas relacionadas con los hechos que se pretenden comentar.
Si mi forma de pensar se basa en experiencias de vida debo intentar concluir que es eminentemente subjetiva. Por esta razón dentro de mi lógica debo reconocer la posibilidad de error en mis argumentos.
Si, debo reconocer que quizás tienes razón, pero eso no impide, Sra. Licenciada en Filosofía y Profesora de Teología de una Universidad capitalina, que sienta vergüenza.
En este caso vergüenza ajena.
viernes, 13 de agosto de 2010
Evitando la deseperanza aprendida
Cuantas veces hemos escuchado en los pasillos de nuestros hospitales "no hay nada que hacer", "aquí está todo mal"....... Probablemente muchas.
Si aprovechamos algunos recursos básicos (no me da para más que eso) de epistemología nos podremos dar cuenta de pequeñas verdades que son construidas por el lenguaje.
Si es verdad que "no hay nada que hacer" quiere decir que ya lo he hecho todo. Lo mismo ocurre con el "todo está mal".... ¿será cierto que no hay nada bueno en una institución?
Dicho de otra forma, el decir con certeza absoluta que nuestros hospitales y el sistema público de salud está completamente mal y no hay nada que hacer, construye una realidad. Esa realidad implica que ya hicimos todo por mejorarlo y no dio resultados y que no existe nada que en el sistema funcione bien. ¿Es esa la realidad que vivimos a diario?....... Modestamente creo que no es así.
Miremos la eficiencia del sistema público. De más está decir que los indicadores de salud (mortalidad infantil, materna, expectativa de vida, etc) son comparables a los de un país desarrollado, con un gasto bastante menor. Sumado a esto, la incorporación de la atención privada que siguió a la constitución de las Isapres, no ha significado una mejoría de estos indicadores pero ha redundado en un encarecimiento de la atención.
Si uno logra calcular los gastos de atención de salud en Chile no podemos dar cuenta que de cada $10 que se gastan, 3,7 se utilizan en atender a 2 pacientes en el sistema privado, 2,5 en atender a 3 pacientes en el sistema de mutualidades u hospitales institucionales y 3,8 pesos se gastan en atender a 7 pacientes en el sistema público. Luego de esto cabe preguntarse ¿quién es más eficiente?
Claro, se podrá argumentar que el endeudamiento de la instituciones públicas de salud demuestra su falta de eficiencia, pero debemos clarificar cual es el objetivo económico de estas. Si partimos de la base que su objetivo económico es proveer salud,su eficiencia debe ser medida en la producción de salud y no en dimensiones monetarias.
existen diferentes técnicas y métodos que pueden ser utilizados para determinar la eficiencia en salud y algunos de ellos han sido presentados por autores nacionales como el Dr. Leandro Biagini, de quien tuve la suerte de ser alumno en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
www.conicyt.cl/documentos/fonis/eventos/.../Leandro_Biagini.ppt
Si aprovechamos algunos recursos básicos (no me da para más que eso) de epistemología nos podremos dar cuenta de pequeñas verdades que son construidas por el lenguaje.
Si es verdad que "no hay nada que hacer" quiere decir que ya lo he hecho todo. Lo mismo ocurre con el "todo está mal".... ¿será cierto que no hay nada bueno en una institución?
Dicho de otra forma, el decir con certeza absoluta que nuestros hospitales y el sistema público de salud está completamente mal y no hay nada que hacer, construye una realidad. Esa realidad implica que ya hicimos todo por mejorarlo y no dio resultados y que no existe nada que en el sistema funcione bien. ¿Es esa la realidad que vivimos a diario?....... Modestamente creo que no es así.
Miremos la eficiencia del sistema público. De más está decir que los indicadores de salud (mortalidad infantil, materna, expectativa de vida, etc) son comparables a los de un país desarrollado, con un gasto bastante menor. Sumado a esto, la incorporación de la atención privada que siguió a la constitución de las Isapres, no ha significado una mejoría de estos indicadores pero ha redundado en un encarecimiento de la atención.
Si uno logra calcular los gastos de atención de salud en Chile no podemos dar cuenta que de cada $10 que se gastan, 3,7 se utilizan en atender a 2 pacientes en el sistema privado, 2,5 en atender a 3 pacientes en el sistema de mutualidades u hospitales institucionales y 3,8 pesos se gastan en atender a 7 pacientes en el sistema público. Luego de esto cabe preguntarse ¿quién es más eficiente?
Claro, se podrá argumentar que el endeudamiento de la instituciones públicas de salud demuestra su falta de eficiencia, pero debemos clarificar cual es el objetivo económico de estas. Si partimos de la base que su objetivo económico es proveer salud,su eficiencia debe ser medida en la producción de salud y no en dimensiones monetarias.
existen diferentes técnicas y métodos que pueden ser utilizados para determinar la eficiencia en salud y algunos de ellos han sido presentados por autores nacionales como el Dr. Leandro Biagini, de quien tuve la suerte de ser alumno en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
www.conicyt.cl/documentos/fonis/eventos/.../Leandro_Biagini.ppt
miércoles, 4 de agosto de 2010
¿por qué Esculapio?

Asclepio (Esculapio), hijo de Apolo, practicaba la medicina según la antigua mitología griega. Su símbolo (la vara de Esculapio) ha sido durante muchos años reconocida como un símbolo asociado a las profesiones relacionadas con la salud.
La serpiente que asciende por la vara es un símbolo que en muchas culturas se asocia a la resurrección. Hades, el dios de los infiernos, al ver reducida su "población" se quejó lastimosamente ante Zeus, quien le quitó a Esculapio la facultad de resucitar, pero le mantuvo la posibilidad de sanación. De ahí su relación con el mundo de la medicina.
Cabe señalarse que en reiteradas ocasiones se confunde la vara de Esculapio con el caduceo de Hermes (Mercurio). La diferencia está en la ausencia de alas en la vara de Esculapio, como se puede ver claramente en el símbolo de la OMS.
La enseñanza y práctica de la medicina está llena de símbolos, colores y gestos que representan la identidad de cada uno de los miembros de los equipos de salud. Reconocer esta historia, hacerse partícipe de ella y fomentar su difusión constituye el legado que dejaremos a las futuras generaciones de médicos, enfermeras, matronas, técnicos y personal de la salud y también a nuestros usuarios.
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